“La sala de las lágrimas”: el umbral íntimo donde un cardenal muere para nacer como Papa

by Enlace Noticias

Más allá del esplendor deslumbrante de la Capilla Sixtina y del Juicio Final de Miguel Ángel, existe una pequeña habitación sin brillo, desconocida para la mayoría, pero cargada de significado: la llamada “sala de las lágrimas”, donde el hombre deja de ser cardenal para convertirse, por gracia y mandato divino, en el Papa.

Situada tras una discreta puerta a la izquierda del altar, esta estancia acoge por unos minutos al Pontífice recién elegido, que se retira a rezar, vestirse y, a menudo, llorar, abrumado por la magnitud del encargo que ha recibido. Allí, explica Monseñor Marco Agostini, ceremoniero pontificio, “el nuevo Papa toma conciencia de lo que ha llegado a ser”, en un acto de introspección que trasciende lo ritual para rozar lo espiritual y lo sobrenatural.

La sala es austera: dos escaleras, una ventana cubierta por una cortina, una mesa, un perchero, un pequeño sofá rojo y tres sotanas blancas de diferentes tallas. Sin embargo, en ese espacio íntimo se produce uno de los momentos más solemnes del catolicismo: la transformación espiritual del elegido, que cruza el umbral siendo un príncipe de la Iglesia y emerge convertido en el Sucesor de Pedro.

Desde el pontificado de Gregorio XIV en 1590, cuando se registraron lágrimas tras su elección, la habitación ha sido bautizada como “la sala del llanto”, expresión que refleja el peso emocional del momento. “Es allí donde el Papa entiende que su oficio es más grande que su persona, que deberá morir cada día para que no sobresalga el hombre, sino el Vicario de Cristo”, señala Agostini.

No es un cambio de vestidura, sino de existencia. No es sólo el inicio de un pontificado, sino de una vida de entrega total. En palabras que resuenan en ese espacio desde el Evangelio de Juan: “Extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras”.

Durante el cónclave de 2013, como en otros anteriores, la sala de las lágrimas fue testigo de ese instante sagrado. Una inscripción conmemorativa lo recuerda: “Aquí, el nuevo Pontífice, después de aceptar la elección, se viste con los atuendos propios”. Aquí nace, en soledad y silencio, el “dulce Cristo en la tierra”, como lo llamó santa Catalina de Siena.

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