Por: Pedro Hugo Montero
En el convulso debate sobre la reforma judicial en México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha desencadenado un torrente de reacciones, críticas y hasta ironías, que destacan la tensión entre el cambio prometido y la realidad política. Para ilustrar esta compleja situación, podemos parafrasear a Pablo Ignacio Taibo II, conocido por su estilo irreverente, quien prometió una «revolución cultural» que se sentiría en todos los rincones del país. Con la Frase: «se las vamos a meter doblada«, adquiere una resonancia especial.
En lugar de una verdadera transformación, parece que la reforma se ha convertido en un ejercicio de poder que ignora las críticas y propuestas alternativas. La respuesta de la sociedad podría ser, como un albur, «Claro, pero no olvides que aquí también se juega con cartas marcadas«, indicando que el juego político está lleno de estrategias ocultas, traiciones y manipulaciones.
El cartón de Obi para Reforma, titulado «Inicia la demolición«, presenta una esfera de acero con la marca Morena embistiendo el edificio de la Cámara de Diputados. Este dibujo refleja de manera contundente la percepción de que la renovación judicial podría estar dirigida a una demolición sistemática del poder judicial, una visión que resuena con las críticas planteadas en diversos medios. Por otro lado, el cartón de Garcí Monero en El Financiero, titulado «La receta secreta«, muestra a dos personajes que representan al presidente y la presidenta electa tratando de cocinar el águila del escudo nacional en una olla con agua hirviendo. Esta imagen ilustra la sensación de que el proceso es un experimento caótico que podría tener consecuencias desastrosas para la integridad del país.
En medio de estas representaciones gráficas, artículos y columnas de prensa han aportado diversas perspectivas sobre la propuesta, Raymundo Riva Palacio en El Financiero critica la actitud defensiva del presidente ante las críticas, sugiriendo que su enfoque está más en proteger su reforma que en escuchar y abordar las preocupaciones válidas.
Por otra parte Jorge Fernández Menéndez en Excélsior y Ricardo Monreal en Milenio destacan la necesidad de mantener la independencia judicial y la importancia del equilibrio entre el poder popular y la autonomía del poder judicial. Estos análisis subrayan la tensión entre la reforma y los principios fundamentales de justicia y separación de poderes.
El partido en el poder abusa del desconocimiento sobre las implicaciones de la transformación al poder judicial, y se demuestra con la encuesta publicada por El Financiero el 3 de septiembre de 2024 la cual revela un notable desconocimiento público sobre los detalles de la iniciativa, con un 53% de los encuestados sintiéndose poco o nada informados. Esta falta de información subraya la brecha entre el gobierno y la ciudadanía, y plantea la pregunta de si este proceso ha sido lo suficientemente transparente y participativo.
Parece que la reforma se ha convertido en un ejercicio de poder que ignora las críticas y propuestas alternativas.
La falta de apertura al diálogo y la posible falta de responsabilidad en el proceso de reforma podrían tener consecuencias serias, no solo para el sistema judicial, sino también para la economía nacional y las relaciones internacionales, particularmente con Estados Unidos y Canadá. Lo único claro es que Claudia Sheinbaum, al no mostrar su verdadero ser, ni deslindarse de su antecesor, ni querer entender los beneficios del diálogo, ella será la única responsable de la destrucción del poder judicial, con todos los costos que ellos implican para la economía nacional y políticos del país a nivel internacional.
Finalmente, todas las notas, análisis y movilizaciones sobre la propuesta pueden quedar como meros registros históricos o anecdóticos si no se abordan de manera constructiva. La apatía y el sentimiento de revancha en la política podrían llevar a que, en retrospectiva, se reconozca que «nos la metieron doblada«. La historia juzgará si la reforma se implementó con el verdadero propósito de mejorar la justicia o si simplemente se convirtió en un acto de poder y venganza política.