Ciudad del Vaticano.– A las 18:07 horas, una fumata blanca emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina y anunció al mundo la elección del nuevo Obispo de Roma. Sin embargo, antes de que el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunciara el tradicional “Habemus Papam” desde la Logia de las Bendiciones, ocurrieron momentos solemnes y decisivos dentro de los muros vaticanos.
Bajo los frescos de Miguel Ángel, el elegido por el Colegio Cardenalicio fue interrogado en latín sobre su aceptación como Sumo Pontífice. Una vez pronunciado el “sí”, también declaró el nombre con el que desea ser llamado. Este momento queda registrado por el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario, acompañado de dos ceremonieros como testigos.
Con ese consentimiento, el Cónclave se da por concluido oficialmente. Se permite entonces el ingreso de funcionarios clave de la Santa Sede, quienes comienzan a tratar los primeros asuntos con el Pontífice electo.
En paralelo, los restos del proceso electoral —papeletas y documentos— son incinerados, produciendo la emblemática fumata blanca que moviliza vítores en la Plaza de San Pedro y atención global en medios y redes. El Papa recién elegido se dirige entonces a la llamada “Sala de las Lágrimas”, donde se reviste con la sotana blanca, una de tres preparadas de antemano en diferentes tallas.
Después, regresa a la Capilla Sixtina para una breve pero cargada ceremonia. Recibe un saludo del cardenal decano, escucha un pasaje del Evangelio, y los cardenales electores se acercan uno a uno para rendirle homenaje. El rito concluye con el canto del Te Deum, entonado por todos, encabezado por el nuevo Pontífice.
Antes de su primera aparición pública, el Papa reza en silencio ante el Santísimo en la Capilla Paulina. Luego se dirige a la Logia de las Bendiciones. Desde ahí, Mamberti proclama al mundo la noticia: “¡Habemus Papam!”, y el nuevo Papa ofrece su primer saludo al mundo, seguido de la bendición apostólica Urbi et Orbi.