Con el solemne y antiguo llamado “Extra Omnes!” —“¡Todos fuera!”— pronunciado por el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, Monseñor Diego Ravelli, se cerraron a las 17:46 horas (tiempo de Roma) las puertas de la Capilla Sixtina, marcando el inicio oficial del Cónclave en el que 133 cardenales de todo el mundo se han reunido para elegir al nuevo Pontífice de la Iglesia Católica.
La jornada comenzó con una procesión cargada de simbolismo: los cardenales electores, vestidos con hábito coral, salieron desde la Domus Sanctae Marthae hacia la Capilla Paulina, donde rezaron juntos antes de recorrer el Palacio Apostólico al ritmo solemne de las letanías de los santos. La marcha concluyó en la Capilla Sixtina, donde los frescos del Juicio Final de Miguel Ángel serán testigos, una vez más, del nacimiento de un pontificado.
Entre ellos está el cardenal más joven, Mykola Byčok, de 45 años, obispo greco-católico en Australia, y el de mayor edad, Carlos Osoro Sierra, de 79 años. Este Cónclave no solo es el más numeroso en la historia reciente, sino también el más diverso: hay representantes de 70 países, incluyendo diócesis pequeñas y comunidades perseguidas.
Antes de la clausura de la capilla, los cardenales juraron uno a uno —en latín y con la mano sobre el Evangelio— actuar bajo “recta intención” y buscando el bien de la Iglesia universal. Tras ello, sólo quedaron dentro de la capilla los electores, junto con Monseñor Ravelli y el cardenal Raniero Cantalamessa, quien ofreció una última meditación espiritual. Luego, ellos también salieron. Las puertas se cerraron con estruendo. El mundo espera.
La plaza de San Pedro ya congrega a miles de fieles y turistas que miran expectantes hacia la chimenea que en cualquier momento podría anunciar, con humo blanco, la elección de un nuevo Papa. Mientras tanto, adentro, los cardenales inician una deliberación histórica: elegir a un pastor que continúe las reformas de Francisco, con rostro de Iglesia samaritana, constructor de puentes y maestro de humanidad.