Pedro Hugo Montero
Tomar el mando no solo es arriesgado, sino que implica enfrentar problemas complejos y peligros que no se pueden prever completamente por la situación política, social y económica que dejó Andrés Manuel López Obrador.
Efectivamente Morena marcó su lugar en la historia de México al momento de impulsar a Claudia Sheinbaum Pardo como la primer mujer presidenta de México, el propio López Obrador en los últimos días de septiembre sentenció: “Dicen los conservadores que soy radical, no, soy moderado, soy hasta fresa en comparación con la presidenta. Ella va a terminar de poner orden en todo el país”, lo que no dijo es qué desorden le dejó de país.
Si bien él recibió una nación con problemas económicos, corrupción, carencias en servicios de salud públicos, le dejó un país en peores condiciones, y polarizado. Con bombas de tiempo, inconvenientes con el Poder Judicial, conflictos comerciales con socios económicos, y diplomáticos con otros países.
Como medicina preventiva la presidenta adelantó que a partir de enero hará ajustes a su gabinete para reducir gastos y cambiar la estructura orgánica en algunas dependencias. O sea que la incertidumbre hacia su equipo marcará el primer trimestre de su gobierno, y lo peor de todo como escribí en la columna anterior, está acotada, cercada y amenazada, con la revocación de mandato, para regresarle el poder a otro Andrés Manuel López.
Durante su toma de protesta se le notó con miedo, como si presintiera que la responsabilizarán de todos y cada uno de los problemas que le heredaron, como para dejar claro el machismo en la política, de tal forma que si se equivoca o falla, el daño hacia la inclusión de las mujeres en la política, sea irreversible, nadie volvería a votar por un cargo político de primer nivel por una mujer.
Aunque ella tuvo un discurso muy emotivo en el que descalificó la cultura de la anulación de las mujeres, y en el que pidió referirse a los cargos ocupados por ellas en términos femeninos como «arquitecta«, «científica«, “presidenta” para visibilizar su rol en la sociedad, incluso concluyó su discurso exaltando a las heroínas de la historia de México y a las mujeres que, desde diversas trincheras, lucharon por un futuro mejor. La trampa está puesta.
Lo más difícil para ella es realmente no dejarse influenciar por su predecesor, si bien no puede pelearse, distanciarse o deslindarse de él, la percepción que le urge sacudirse es que es controlada por AMLO, eso sería devastador porque se podría concluir la idea de que ella sólo está obedeciendo a un hombre para beneficiar al patriarcado, al regresarle el poder a su tocayo, ya dio visos de ligeros cambios que si dan continuidad al proyecto, pero si marcan diferencias inteligentes. Por ejemplo dijo que “Las inversiones extranjeras estarán seguras en el país”
“Se mantendrán sin aumentos los precios de la canasta básica y se aprovechará el T-MEC para seguir impulsando el nearshoring. Seguiremos fortaleciendo lazos con países de América Latina y el Caribe, nos une historia y nos une compromisos”, puntualizó.
También mostró un enfoque en las energías renovables y la transición energética, mientras que el gobierno de López Obrador es criticado por su guía en el petróleo y los hidrocarburos, Sheinbaum plantea una mayor atención a la transición energética.
Diversos analistas y columnistas le ceden el beneficio de la duda, hay quien le da 100 días para marcar la diferencia, así como las señales de cómo será su gobierno, pero también hay otros más realistas que le proporcionan 10 días, yo percibo que al igual que muchos, considera que México está sobre diagnosticado, y que la parte del equipo que ella seleccionó sin influencia de su antecesor, le ayudará a resolver pocos asuntos, pero muy vistosos. Al parecer si habrá una continuidad matizada que deje de causar daño al país.
Claudia Sheinbaum enfrenta el desafío monumental de gobernar una nación en crisis y bajo la sombra de su predecesor. Si bien ha dado señales de cambios importantes, aún deberá navegar entre la lealtad a la agenda de López Obrador y las demandas de una población que busca soluciones inmediatas. Su éxito dependerá en gran medida de su capacidad para implementar reformas y marcar una diferencia real, todo mientras trata de consolidar su liderazgo en medio de un campo minado político y social.