Durante su segunda audiencia general como Pontífice, el Papa León XIV centró su mensaje en la parábola del buen samaritano, afirmando que la compasión no es exclusivamente una cuestión religiosa, sino ante todo un acto profundamente humano. “La vida está hecha de encuentros”, subrayó, invitando a los fieles a detenerse ante la fragilidad del prójimo y a asumir su dolor como propio.
Ante miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, León XIV recorrió el lugar en un jeep blanco, saludando a los asistentes antes de pronunciar su catequesis. En el marco del ciclo jubilar “Jesucristo, nuestra esperanza”, el Papa reflexionó sobre cómo la prisa cotidiana impide muchas veces ofrecer ayuda real. “Quien cree que su camino tiene prioridad no está dispuesto a detenerse por el otro”, advirtió.
El Pontífice remarcó que ayudar al prójimo implica involucrarse de manera concreta: “Se ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro”, dijo al recordar que el samaritano vendó heridas, trasladó al herido y se comprometió a cuidar de él más allá del primer auxilio. En contraste, figuras religiosas del relato bíblico, como el sacerdote y el levita, pasaron de largo sin auxiliar, lo que llevó al Papa a advertir que “la práctica del culto no conduce automáticamente a ser compasivo”.
En su mensaje, León XIV cuestionó también la idea de concebir la vida eterna como un derecho, sugiriendo que el enfoque cristiano debe pasar del “¿quién me ama?” al “¿quién me amó?”, para abrirse a un sentido de vida centrado en la entrega y la acción.
La audiencia concluyó con un llamado a transformar la mirada ante el sufrimiento y a convertir cada encuentro con el otro en una oportunidad para actuar con responsabilidad y cercanía. El Papa reiteró que Jesús cuida de cada persona como el samaritano del relato, e invitó a los fieles a hacer lo mismo.