El momento es breve, pero su peso simbólico es inmenso. Un humo blanco que se eleva sobre la Capilla Sixtina y, minutos después, una frase en latín que conmueve a millones: Habemus Papam. Son las señales que anuncian al mundo entero que un nuevo Papa ha sido elegido. En ese ritual, cargado de siglos de historia, se funden tradición, misterio y esperanza.
La expectación suele condensarse en la Plaza de San Pedro, repleta de fieles y medios de comunicación que miran con atención la pequeña chimenea colocada sobre el tejado de la Capilla Sixtina. Cada votación del Cónclave se sigue con atención, pero es el humo blanco —fruto de la combustión de las papeletas con productos químicos especiales— el que rompe con la espera: un Papa ha sido elegido.
Un lenguaje sin palabras
El humo no necesita traducción. Si es negro, significa que no hubo consenso. Si es blanco, la elección se ha logrado con los dos tercios de los votos. Es la señal que precede al anuncio formal y marca el inicio de una nueva etapa para la Iglesia católica.
El Habemus Papam: voz de la tradición
Pasado un breve lapso tras la elección, las puertas del balcón central de la Basílica de San Pedro se abren. Un cardenal protodiácono —cargo que actualmente ostenta el purpurado que anuncia el nombre del nuevo Papa— aparece para proclamar ante el mundo:
“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!”
(“Les anuncio una gran alegría: ¡tenemos Papa!”)
Tras esa fórmula milenaria, se revela el nombre del elegido y el nombre pontificio que ha asumido. Se trata de un momento de impacto global, en el que los fieles celebran, algunos entre lágrimas, otros en silencio reverente, mientras el nuevo Sucesor de Pedro se asoma por primera vez, vestido con la sotana blanca que simboliza la entrega total al servicio de la Iglesia.
El primer gesto: la bendición Urbi et Orbi
Antes de hablar, el nuevo Papa suele pedir oración por él. Luego imparte su primera bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo). Ese gesto marca no solo el inicio de un pontificado, sino también la renovación de un vínculo espiritual con millones de católicos en los cinco continentes.
Más que un anuncio, el Habemus Papam es un acto que conecta el pasado con el presente, la historia con el ahora, y confirma que, una vez más, la barca de Pedro tiene timonel.