“Nos encontramos en una encrucijada, podemos seguir por el camino actual: una ‘nueva normalidad’ traicionera, y caminar sonámbulos hacia un futuro distópico. O podemos despertar y cambiar las cosas a mejor, para la humanidad y el planeta”, dicel el máximo encargado en la ONU de velar por los derechos humanos.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos presentó este lunes su informe anual, en el que instó a la comunidad internacional a rechazar una “nueva normalidad” que defiende estructuras de poder radicadas a costas de nuestra humanidad común.
En su alocución ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, Volker Türk subrayó que los derechos humanos y el derecho humanitario internacional “son nuestro pilar contra el poder desenfrenado”.
Durante su intervención, Türk se apartó de su habitual visión general de la situación de países concretos y ofreció, en cambio, reflexiones más amplias sobre el estado actual de los derechos humanos.
“Me parece que nos encontramos en una encrucijada”, expresó, señalando que “Podemos seguir por el camino actual: una ‘nueva normalidad’ traicionera, y caminar sonámbulos hacia un futuro distópico. O podemos despertar y cambiar las cosas a mejor, para la humanidad y el planeta”, dijo.
Una elección diferente
Türk argumentó que la nueva normalidad “no puede ser una escalada militar interminable y despiadada, ni de métodos de guerra, control y represión cada vez más horribles y tecnológicamente avanzados”.
Tampoco debería significar “la continua indiferencia ante la profundización de las desigualdades dentro de los Estados y entre ellos”.
“No puede ser la difusión gratuita de desinformación, sofocando los hechos y la capacidad de tomar decisiones libres e informadas; ni retórica acalorada y soluciones simplistas, borrando el contexto, los matices y la empatía, allanando el camino al discurso del odio y a las nefastas consecuencias que inevitablemente le siguen”, añadió.
Además, “la “nueva normalidad” no puede ser que la soberanía nacional se retuerza para ocultar o excusar violaciones horribles; ni el descrédito de las instituciones multilaterales o los intentos de reescribir las reglas internacionales, erosionando las normas acordadas universalmente”.
El Alto Comisionado insistió en que “este no puede ser el mundo que queremos”, y sostuvo que “podemos y debemos hacer una elección diferente”, reconectando con nuestra humanidad común, la naturaleza y el planeta.
“En otras palabras, podemos elegir guiarnos por los derechos humanos y los valores universales que todos compartimos”, puntualizó.
“Nos encontramos en una encrucijada, podemos seguir por el camino actual: una ‘nueva normalidad’ traicionera, y caminar sonámbulos hacia un futuro distópico. O podemos despertar y cambiar las cosas a mejor, para la humanidad y el planeta”, dicel el máximo encargado en la ONU de velar por los derechos humanos.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos presentó este lunes su informe anual, en el que instó a la comunidad internacional a rechazar una “nueva normalidad” que defiende estructuras de poder radicadas a costas de nuestra humanidad común.
En su alocución ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, Volker Türk subrayó que los derechos humanos y el derecho humanitario internacional “son nuestro pilar contra el poder desenfrenado”.
Durante su intervención, Türk se apartó de su habitual visión general de la situación de países concretos y ofreció, en cambio, reflexiones más amplias sobre el estado actual de los derechos humanos.
“Me parece que nos encontramos en una encrucijada”, expresó, señalando que “Podemos seguir por el camino actual: una ‘nueva normalidad’ traicionera, y caminar sonámbulos hacia un futuro distópico. O podemos despertar y cambiar las cosas a mejor, para la humanidad y el planeta”, dijo.
Una elección diferente
Türk argumentó que la nueva normalidad “no puede ser una escalada militar interminable y despiadada, ni de métodos de guerra, control y represión cada vez más horribles y tecnológicamente avanzados”.
Tampoco debería significar “la continua indiferencia ante la profundización de las desigualdades dentro de los Estados y entre ellos”.
“No puede ser la difusión gratuita de desinformación, sofocando los hechos y la capacidad de tomar decisiones libres e informadas; ni retórica acalorada y soluciones simplistas, borrando el contexto, los matices y la empatía, allanando el camino al discurso del odio y a las nefastas consecuencias que inevitablemente le siguen”, añadió.
Además, “la “nueva normalidad” no puede ser que la soberanía nacional se retuerza para ocultar o excusar violaciones horribles; ni el descrédito de las instituciones multilaterales o los intentos de reescribir las reglas internacionales, erosionando las normas acordadas universalmente”.
El Alto Comisionado insistió en que “este no puede ser el mundo que queremos”, y sostuvo que “podemos y debemos hacer una elección diferente”, reconectando con nuestra humanidad común, la naturaleza y el planeta.
“En otras palabras, podemos elegir guiarnos por los derechos humanos y los valores universales que todos compartimos”, puntualizó.
Crisis de liderazgo
Türk indicó al Consejo que “los derechos humanos no están en crisis. Pero sí lo está el liderazgo político necesario para hacerlos realidad”.
Agregó que “en todas las regiones del mundo, vemos dinámicas de poder profundamente arraigadas en juego para acaparar o aferrarse al poder, a expensas de los derechos humanos universales”.
Como ejemplo señaló que pese a los avances en los derechos de la mujer, “la sombra del patriarcado sigue al acecho” y se han producido alarmantes retrocesos en cuestiones de igualdad de género, con Afganistán como el caso más extremo.
Las sociedades siguen enfrentándose al racismo, la discriminación,, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, que están “apuntaladas por estructuras de poder arraigadas, intereses creados, inercia institucional y estereotipos perjudiciales, a menudo arraigados en legados de colonialismo y esclavitud”, apuntó.
“Luego están los políticos, amplificados por algunos medios de comunicación, que convierten en chivos expiatorios a los migrantes, los refugiados y las minorías, como hemos visto en torno a los periodos electorales en Austria, Francia, Alemania, Hungría, el Reino Unido y Estados Unidos, por nombrar algunos”, acotó.
Türk también advirtió de la amenaza que suponen las “tecnologías digitales mal reguladas o insuficientemente reguladas”, que incluyen la explotación de datos personales.
En este sentido, recalcó que los derechos humanos deben estar “en el centro” de los esfuerzos de regulación, al tiempo que se trabaja para detener la violencia en línea, la desinformación, el discurso del odio y la incitación al odio.
El poder de los derechos humanos
Aunque señaló cómo las estructuras de poder arraigadas y el abuso de poder han afectado negativamente los derechos humanos de las personas, habló de cómo “los derechos humanos son reguladores y correctores de las dinámicas de poder que se han torcido”.
Citó la reciente situación en Bangladesh, donde “el movimiento estudiantil llevaba los derechos humanos como antorcha”.
El Alto Comisionado dijo que su Oficina está apoyando a las nuevas autoridades de ese país, entre otras cosas llevando a cabo una misión independiente de investigación sobre las presuntas violaciones recientes, y sobre la rendición de cuentas, los procesos de reconciliación y sanación, y otras reformas esenciales.
Por otra parte, ofreció consejos a los ciudadanos que acudan a las urnas, dado que muchos países celebran elecciones este año: “Insto a todos los votantes a que tengan presentes las cuestiones que más les importan, ya sea un hogar, la educación de sus hijos, su salud o su trabajo, la justicia, su familia y sus seres queridos, el medio ambiente, estar libres de violencia, hacer frente a la corrupción, ser escuchados. Todas estas son cuestiones de derechos humanos”.
Crisis humanitarias empeoradas por el conflicto
Türk recordó que este año se cumple el 75 aniversario de las cuatro Convenciones de Ginebra, que elaboran las leyes de la guerra, mientras que la Carta de la ONU, con su promesa de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”, se adoptó hace casi 80 años.
“Y sin embargo, aquí estamos”, comentó. “Con un cruce de innumerables líneas rojas, o dispuestos a pisarlas”.
Manifestó que Sudán “está sufriendo una de las peores crisis humanitarias y de protección del mundo, alimentada por una larga impunidad, una tormenta de luchas de poder, intereses económicos contrapuestos y la instrumentalización de las tensiones étnicas”.
Las estimaciones indican que más de 20.000 personas han muerto, dijo, y “el mundo no puede permitir que esto continúe”.
“Sabemos que las guerras se extienden a las generaciones futuras, fomentando ciclos repetidos de odio si no se abordan sus causas. Lamentablemente, la guerra de Gaza es el ejemplo por excelencia”, prosiguió, e indicó al Consejo que poner fin a esa guerra y evitar un conflicto regional en toda regla es una prioridad absoluta y urgente.
Subrayó que los Estados no deben aceptar el flagrante desprecio del derecho internacional, incluidas las decisiones vinculantes del Consejo de Seguridad de la ONU y las órdenes de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
“Del mismo modo, la situación más amplia de ilegalidad en el territorio palestino ocupado derivada de las políticas y prácticas de Israel, tal y como expuso claramente la Corte Internacional de Justicia en su Opinión Consultiva de julio, debe abordarse de forma exhaustiva”, aseveró.
El responsable de la Oficina de Derechos Humanos también se refirió al conflicto en Ucrania, donde “la población civil está atrapada en ciclos de terror, debido a los continuos ataques de Rusia”.
Instalaciones civiles, como escuelas y hospitales, han sido atacadas, así como infraestructuras energéticas, dijo, y expresó temor por la próxima temporada invernal.
Asimismo, indicó que “la crisis de Myanmar sigue hundiéndose en lo más profundo de la inhumanidad”, señalando los recientes ataques aéreos, las detenciones masivas y los continuos informes de ejecuciones extrajudiciales, en medio de una impunidad asfixiante.
“La población civil está pagando el precio más alto, con algunas de las cifras más elevadas de víctimas civiles registradas desde que comenzó la actual crisis en 2021, y la comunidad rohingya sigue violentamente acorralada en el norte del estado de Rakhine, sin ningún lugar seguro al que acudir”, expuso.
Subrayó que, en muchas de estas situaciones, incluso la ayuda humanitaria mínima a los civiles es instrumentalizada, desviada o bloqueada, al igual que el acceso de los observadores de derechos humanos.
“Para quienes nos dedicamos a esta labor, es como si estuviéramos a orillas de un río viendo cómo se ahoga la gente, con los salvavidas amontonados a nuestros pies”, explicó.
Recordatorio de las obligaciones de los Estados
Türk recordó al Consejo que los Estados han diseñado las leyes internacionales humanitarias y de derechos humanos para preservar y garantizar nuestra humanidad común.
“Estas normas son nuestro principal apoyo contra el poder desenfrenado”, precisó.
Puntualizó que todas las partes en los conflictos y otros Estados, en particular los que tienen influencia, deben hacer todo lo posible para poner fin a las violaciones.
“Una medida concreta sería que los Estados, en consonancia con sus obligaciones en virtud de los Convenios de Ginebra y la diligencia debida en materia de derechos humanos, se abstuvieran de exportar o transferir armas a las partes de cualquier conflicto armado, cuando exista un riesgo real de que se utilicen en contravención del derecho internacional humanitario”, planteó.
El Alto Comisionado se mostró alentado por el hecho de que algunos Estados ya hayan tomado medidas al respecto.