El reloj marcaba los últimos compases de la temporada baja cuando la bomba estalló en la Ciudad del Acero: Aaron Rodgers es nuevo quarterback de los Pittsburgh Steelers. Sí, ese mismo Rodgers que hace catorce años les arrebató el Super Bowl XLV ahora aterriza como la apuesta más audaz del equipo para volver a lo más alto de la NFL.
Este viernes, Rodgers volará a Pittsburgh para estampar su firma en un contrato por un año. El anuncio lo hizo oficial el equipo tras un reporte adelantado por la NFL Network. El acuerdo, aún sujeto a examen físico, anticipa que el mariscal de campo estará presente el martes para el arranque del minicampamento.
La noticia cimbró la liga, no solo por el calibre del jugador, sino por lo inusual del momento. Mientras la mayoría de los movimientos clave se definieron antes del Draft, Rodgers, fiel a su estilo críptico, esperó, observó y eligió con precisión quirúrgica su próximo destino. Los Steelers, por su parte, mantuvieron la puerta abierta, apostando bajo perfil en el draft (seleccionaron a Will Howard en el puesto 185) y dejando entrever que su sala de quarterbacks —con Mason Rudolph y Skylar Thompson— necesitaba más que juventud y ganas: necesitaba liderazgo.
Rodgers llega con 41 años y una reputación que, aunque golpeada por su paso discreto con los New York Jets (récord de 5-12), todavía impone. Las estadísticas son contundentes: 62,952 yardas por pase y 503 touchdowns lo respaldan. Incluso en su año “malo”, completó el 63% de sus envíos y cerró con 18 TD en los últimos 10 partidos. Pero más allá de los números, llega con una misión: reivindicarse.
El calendario ya alimenta el morbo. El 7 de septiembre, en el arranque de temporada, los Steelers se miden justamente a los Jets. Y el 26 de octubre, en horario estelar de Sunday Night Football, reciben a los Green Bay Packers, el equipo donde Rodgers escribió su leyenda.
A su lado, Rodgers tendrá armas peligrosas, comenzando por DK Metcalf, adquirido desde Seattle, y el ala cerrada Pat Freiermuth. Aunque la partida de George Pickens a los Cowboys ha dejado huecos, nombres como Calvin Austin III, el veterano Robert Woods y el novato Roman Wilson podrían encontrar su momento.
Pero más allá del esquema ofensivo, la historia que se comienza a tejer es una de redención y revancha. Rodgers se une ahora a Mike Tomlin, un entrenador con autoridad y temple. Lo que antes fue una rivalidad de Super Bowl, hoy se transforma en una alianza con aspiraciones de anillo.
La ciudad que lo vio como enemigo, ahora lo recibe como posible salvador.
El telón está por levantarse. La cortina de humo se despeja. Aaron Rodgers, uno de los quarterbacks más complejos y magnéticos de su generación, vuelve a escena. Esta vez, vestido de negro y dorado, en busca de su segundo Super Bowl… y de su última palabra.