Cuando la Iglesia quedó en vilo: el interminable Cónclave que dio origen a una nueva era

by Enlace Noticias

En un siglo sacudido por tensiones políticas, disputas territoriales y luchas internas dentro de la Iglesia, la elección del sucesor de Pedro se convirtió en una batalla sin final. Fue el Cónclave de Viterbo, entre 1268 y 1271, el que marcó un antes y un después en la historia del papado, dando lugar a una de las reformas más estrictas jamás implementadas en la curia romana.

Durante dos años y nueve meses, la silla de San Pedro permaneció vacante, mientras veinte cardenales debatían, se enfrentaban y postergaban el consenso. Las tensiones eran tan densas como el aire en la ciudad lazial, y el impasse reflejaba no solo diferencias teológicas, sino también el pulso geopolítico entre facciones italianas y francesas.

Exasperados, los ciudadanos de Viterbo intervinieron como ningún pueblo lo había hecho antes: encerraron a los cardenales en el Palacio Papal, quitaron el techo del recinto en el verano de 1270, y restringieron su comida a pan, agua y vino. La presión civil y el deterioro de las condiciones acabaron por romper el bloqueo.

Lo que vino después fue un giro inesperado. Ya agotados, los cardenales aceptaron un procedimiento inédito: seis de ellos elegirían un nombre de consenso. El elegido fue Tebaldo Visconti, un archidiácono de Lieja que ni siquiera era sacerdote al momento de su designación, y que se encontraba en Palestina. A su llegada a Italia, fue ordenado y coronado como Gregorio X en marzo de 1272.

Pero el legado más duradero de Gregorio no fue solo su breve pero decisivo pontificado. Fue él quien, al observar los estragos del cónclave que lo eligió, promulgó en 1274 la Constitución Ubi Periculum. Por primera vez, se estableció oficialmente la palabra “Cónclave”, que literalmente significa “con llave”, y se normó el aislamiento absoluto de los cardenales hasta que alcanzaran una elección. La norma preveía también castigos dietéticos progresivos: de dos platos al día, a uno, y finalmente a pan y agua si no se lograba un acuerdo. Además, se eliminaban los sueldos mientras durara el encierro.

Este documento sentó las bases de la actual legislación canónica sobre elecciones papales, y su espíritu aún pervive en la Universi Dominici Gregis, la constitución vigente desde 1996. En palabras de los padres conciliares de Lyon II, plasmadas en el pergamino aún resguardado en el Archivo Apostólico Vaticano: “Que ningún interés personal prevalezca sobre la voluntad de Dios”.

La historia del cónclave más largo no solo es anécdota: es una advertencia. Y también, un recordatorio de que incluso en el encierro, bajo presión y con hambre, la historia puede cambiar el rumbo de la fe.

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