Por: Pedro Hugo Montero
En un cambio que recuerda a los tiempos más oscuros de la pandemia, 17 mil millones de dólares en fondos de inversión, conocidos como capital golondrino, salieron de México desde abril de 2024 hasta marzo de 2025, es la mayor venta después de la crisis de la salud mundial, cuando en dos años y medio dejaron 63 mil millones de dólares. La distinción es que actualmente, no hay una crisis de salud mundial, sino más bien una combinación de elecciones financieras nacionales dudosas, imprevisibilidad mundial y señales de advertencia de las propias autoridades de México.
Basados en datos del Banco de México, los inversores internacionales se retiraron de los bonos gubernamentales y acciones de empresas mexicanas que figuran en la bolsa de valores. Este retiro se intensificó en los primeros tres meses de 2025, con 541 millones de dólares retirados, lo que indica el cuarto trimestre consecutivo de salidas.
Lo inusual no es que haya salido capital, sino cuándo salió: según Gabriela Siller, directora de Análisis Económico de Banco Base, no se había registrado una salida en el primer trimestre desde 2021. Antes de eso, hay que remontarse a 2009, el año posterior al colapso financiero global.
El gobierno mexicano no puede lavarse las manos. Los factores globales —temor a recesión, alta inflación, aranceles estadounidenses— ciertamente influyen. Pero la incapacidad del Estado para generar certidumbre, mantener un entorno de seguridad y garantizar el estado de derecho, también pesan.
A esto se suma la creciente inseguridad pública, que actúa como un factor disuasivo para los flujos de inversión de cartera. El crimen organizado ya no es un problema aislado: afecta directamente la logística, la recaudación fiscal, la gobernabilidad local y la operatividad de empresas cotizadas. Ante este entorno, muchos fondos han optado por retirar sus posiciones en deuda y renta variable mexicana.
La salida de capital es casi el doble del aumento registrado en las reservas internacionales en el mismo periodo. Mientras tanto, la inversión extranjera directa se mantiene estable —19,807 millones de dólares entre enero y marzo, según BBVA México—, pero esa es una señal mixta: demuestra confianza en sectores productivos, sí, pero también que el capital más volátil ya no quiere ni mirar a México.
Si el gobierno pretende atraer inversiones, debe empezar por reconocer que su narrativa de estabilidad económica no convence a los mercados. Y que el capital golondrino, aunque volátil, es un termómetro. Si se va, es por algo. Y hoy, se está yendo por muchas cosas a la vez.