Como si la diócesis hubiera anotado el gol del siglo, una ovación de “estadio lleno” estremeció el auditorio del seminario Santo Toribio de Mogrovejo. Acababa de pronunciarse el nombre de su nuevo Papa: León XIV. Pero para Chiclayo no era sólo el nuevo líder de la Iglesia católica. Era “su” obispo. Su amigo. Su padre.
La historia de Robert Francis Prevost, misionero agustino de raíces estadounidenses, está profundamente marcada por su paso por esta tierra del norte peruano, donde su mirada cálida y su compromiso pastoral forjaron un vínculo que hoy, en palabras del padre Marcos Antonio Ballena Rentería, “va más allá de la amistad: es un lazo espiritual y humano”.
Fue un 7 de noviembre de 2014 cuando Ballena Rentería lo conoció. “Ese día entendí que estaba ante un verdadero pastor”, recuerda. La alegría del primer encuentro en la basílica diocesana se transformaría pronto en una misión compartida: la formación de sacerdotes. En 2017, Prevost lo nombró rector del seminario, donde juntos enfrentaron retos mayúsculos: el fenómeno de El Niño, la pandemia de COVID-19 y una crisis económica que golpeó con dureza.
“Pese a todo, jamás me sentí solo. Él fue siempre subsidiario, solidario, paternal”, cuenta Ballena. Las visitas frecuentes, los cumpleaños celebrados en familia, los partidos de tenis compartidos con seminaristas, eran solo una muestra de la cercanía con la que el entonces obispo vivía su vocación.
Lejos del escritorio, Prevost caminó cada rincón de la diócesis. Subía a la sierra por la mañana y bajaba a la costa por la tarde. Impulsó iniciativas académicas, como el Instituto Teológico Santo Toribio de Mogrovejo, y defendió con pasión una Iglesia viva y con “olor a oveja”.
No era raro verlo animar con entusiasmo la religiosidad popular: desde el milagro eucarístico de Eten hasta la cruz de Chalpón, su presencia era sinónimo de comunidad.
“Chiclayo lo conquistó, y él conquistó a Chiclayo”, dice el sacerdote. Y esa conquista se manifestó con fuerza en la voz colectiva de quienes, desde un rincón del Perú, celebraron como propia la elección del nuevo Pontífice. “Cuando dijo ‘Chiclayo’, se vino abajo el auditorio. Fue como ganar un Mundial de fútbol”, resume Ballena con emoción.
Hoy, como Papa León XIV, se espera que su pontificado siga la senda del diálogo, la justicia social, la formación del clero y la sinodalidad iniciada por Francisco. Pero en Chiclayo, antes que Pontífice, sigue siendo aquel pastor con corazón de padre que nunca dejó de mirar a los últimos.
Y esa, sin duda, es la marca que trasciende cualquier pontificado.